Mucho alcohol y medio porro.

sábado, 17 de mayo de 2008

Anoche, cuando llegué a casa del trabajo, muerta de cansancio, iba a filmar un video para el blog. Pero mi cara, después de tantas horas de trabajo no era la mejor y mi cámara se opuso a mostrarme linda, por lo que decidí optar por cambiarme e irme a la fiesta de gente amiga.
No me arreglé mucho, porque no tenía ninguna expectativa de nada y porque, como dije, mi cansancio hubiera necesitado kilos de maquillaje y no tenía tiempo. Salí, entonces, a las once de la noche con una remera blanca sencilla, unos jeans y un tapado.
Llegué al sitio de la fiesta alrededor de las doce (no podía conseguir ni un maldito taxi). La primera hora y media la dediqué a hacer sociales de rutina: “Hola! ¿Cómo andás tanto tiempo? ¿Qué es de tu vida? Nos tenemos que ver más seguido…” y un montón de mentiras como esa. Mientra tanto me cuidé de subir el grado alcohólico de mi sangre de cero a punto fiesta (es ese punto dónde la risa sale fácil pero no exagerada y es simple parecer feliz).
Alrededor de las dos de la mañana un mensaje en mi teléfono celular me puso de mal humor (el típico “dónde estás?” de un desesperado que se acordó a mitad de la noche que alguna vez me conoció y, encima, el idiota pretende que conteste). El mal humor me provoca sed, vaya uno a saber por qué: el punto fiesta que antes había logrado empezó a abrirle paso al punto sin retorno (punto donde la conciencia es tapada por el alcohol y ya no es tan fácil tomar decisiones inteligentes).
Entre tanta música, tanto estado caótico y tan poco raciocinio, me perdí casi completamente, lo admito. Alguien que estaba fumando un buen porro pasó cerca de mí y se lo hurté sin pensar (por el alcohol, ya saben). La última vez que había fumado marihuana tenía 18 y era una estúpida. Anoche, con 25, me fumé medio porro mezclado con alcohol y, les juro, el efecto fue devastador: me comporté como una lunática toda la noche, bailando exageradamente, cantando y gritando como una adolescente. Había gente de mi trabajo en el lugar que, obviamente, nunca me había visto así. Y allí estaba yo, sin pensar, totalmente desinhibida siendo el centro de atracción de una fiesta medio pelo (medio pelo es el término que algunos estúpidos usamos para definir algo que no es la gran cosa).
Y alrededor de las siete de la mañana ya había coqueteado con la mitad de la fiesta y, obviamente, algunos a esa hora quisieron venir a buscar su premio. Un flacucho treintañero, carilindo pero extremadamente pesado y muy poco inteligente comenzó a insistir con llevarme en su auto hasta mi casa (por si usted no tiene mucha experiencia, esto significa: te llevo a la cama seguro). Yo, que a esa hora y después de tanto divertirme había comenzado con la etapa de la resaca, me puse un poco histérica y lo empujé. Fue el fin de la noche: ahí unas amigas debieron interceder para que no se vaya todo a la mierda y me agarraron, me sacaron afuera, pidieron un taxi y me mandaron a casa. Chau fiesta.
Cuando apoyé la cabeza en la almohada me arrepentí de no haber filmado el video para el blog, porque así hubiera faltado a la fiesta y no hubiera hecho el ridículo como lo hice. Y hoy, como se imaginarán, me desperté con un infernal dolor de cabeza que no quiere irse y con un poco de vergüenza. Pero les juro que al recordar la noche de anoche, por momentos se me dibuja una sonrisa; porque hacía mucho no me divertía tanto, porque le pude decir no al flacucho y porque, aunque no me crean, fui la reina de la fiesta.
Ahora, claro, deberé ponerme a pensar qué cara me dibujo para mirar a mis compañeros de trabajo el lunes. Pero esa es otra historia.

Bienvenido a Descarriada.

viernes, 16 de mayo de 2008

Porque a veces se necesita un escape, una posibilidad de borrar o eliminar todo lo que no sirve, de buscar una opción. Porque a veces... se necesita un blog.

Yo no soy llorona.

jueves, 15 de mayo de 2008

Como dije por ahí (por ahí, señor, señora significa en la parte superior derecha del blog), hace un mes y medio me sucedió algo (no sea ansioso, si cuento todo el primer día no tiene gracia, pero igual no se haga muchas expectativas, no es nada del otro mundo. Bueno, sigamos...), me sucedió algo que me lastimó un poco. Yo soy una mujer fuerte, que siempre va al frente; no soy facil de vencer y mucho menos de lastimar, y es milagroso (o casi) si alguien logra hacerme llorar. Yo no lloro.
Hay gente que es llorona por naturaleza, pueden llorar con una película romántica (nunca vieron "Los puentes de Madison" con un llorón? Ahh! no les recomiendo esa experiencia, puede ser traumática, sobre todo si usted tiene pisos de madera, como yo, y quedan inundados por un mar de lágrimas... Ok, perdón, sigamos) o pueden llorar con una mariposa blanca que vuela libremente hasta morir estampada contra un parabrisas. Sí, hay gente llorona. Bueno, yo no. Yo miro una película que en teoría produce tristeza y me río. Y no es que me río tímidamente, a escondidas. No, me río de verdad, con ganas y hasta con fuerzas. Sí, señor, a carcajadas. Ver a ¿Jack? morir congelado mientras le salvaba la vida a la ricachona esa, con cara de nada, en el océano congelado de vaya a saber uno dónde, en Titanic, a mi me hizo doler el estómago de la risa que me dió. No podía creer que ese muchacho cometiera semejante esupidez, no podía esforzarse más para subier a ese viejo armario de madera? Bueno, no importa. Sigamos.
La cosa es que a mi no me gusta llorar, no creo que haya cosas que justifiquen semejante acto. Soy dura, sí, y me gusta serlo. Me encanta mi trabajo, pensar el 99,9% del tiempo en mi trabajo y que no haya cosas que me distraigan. Pero lo que me pasó hace un mes y medio me afectó. Y no así nomás. Me dolió, tanto que sentí, de pronto, que mi vida estaba atravesada por un terremoto. Y mi trabajo se vio afectado. Y ahí no! Ahí no señores! Con mi trabajo no se metan. Eso es intocable. Alguien me dijo (vir, una GRAN amiga) que me estaba guardando el dolor y por eso brotaba por otros ámbitos (no le critiquen la frase, ya sé que es un poco cliché, pero eso no significa que no sea cierta). Me dijo que tenía que compartir el dolor. Compartirlo. Ajá...
Y como los blogs se pusieron de moda (aunque MUY pocos me gustan) decidí hacerme uno, y compartir el dolor con totales extraños. Sí, como usted señor y señora que no sabe por qué está aquí leyendo.
Entonces voy a compartir mi dolor (y espero que las cosas buenas que me pasen también) con todos ustedes. ¿Por qué? Porque soy egoísta y lo único que quiero es que mi vida vuelva a la normalidad, para no tener que volver a llorar nunca más por el IDIOTA, IMBÉCIL Y MAL PARIDO que hace un mes y medio me rompió el corazón!!! Si, señor, nunca más!

¿Quién es esta descarriada?

miércoles, 14 de mayo de 2008

- Nací hace 25 años en La Plata, Buenos Aires, Argentina.
- Estudio RRPP en una Universidad privada de calidad muy discutible.
- Trabajo (y me encanta hacerlo) en una agencia de publicidad importante. Algunos me llaman "creativa", pero les juro que hay días en los que no se me cae una buena idea ni poniéndome boca abajo, destapándome los oídos, estornudando fuerte o sonándome la nariz.
- Estado civil: MUY soltera, y me encanta. No tengo tiempo para lidiar con hombres, con recibir llamados a cualquier hora, con jugar al romanticismo, ni para cenas o juegos previos excesivamente largos. Estoy soletra y no pienso cambiar de estado civil.
- Vivo sola en un depto, que es pequeño pero tiene la ventaja indiscutible de ser mío. Es mi lugar, me encanta estar allí, sola, tranquila o con visitantes que no molesten por mucho tiempo.
- Mis otros sitios preferidos son los bares o cafés, donde pueda ir, sentarme, tomarme un café y ponerme a trabajar.
- Soy porfiada, tengo un carácter fuerte (los que me quieren dicen que soy "jodida", los que no me quieren dicen cosas un poco peores), puedo parecer fría (les juro que no lo soy), no me gusta el conventillo, me gusta hacer MI VIDA, y odio (pero odio, eh!) a todos los que creen que pueden opinar sobre la forma de vida de los otros.

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